miércoles, 6 de agosto de 2014

Capítulo 5

¡¡HE VUELTO!!
Sí... ya lo sé, he tardado una eternidad en poder subir, pero en mi defensa diré que se me da fatal blogger, así que no he podido subir antes.
También estoy en la playa, solo hay wifi en un chiringuito y solo voy ahí por las mañanas.
Por cierto, no sé que le ha pasado a esto pero no puedo comentar, así que lo haré por aquí. Lo primero, decirle a Shiinna que estoy preparando el premio de Maravillas en el País de las historias, cuando lo tenga te aviso. A Gin Rodríguez, gracias por leer esta historia (bastante mal hecha) y espero que te guste.

Y sin más dilación: CAPÍTULO 5


Me aparto su brazo, le doy un fuerte pisotón en el pie y me voy corriendo. En mi cabeza se forman miles de palabrotas para descibrir a Moos. Todavía intento asimilar lo que ha pasado. Me besó, se declaró mi pareja delante de mis amigas ¡y me besó! Uf, tantas emociones en un día pueden conmigo.
  -¡Willow! -oigo gritar detrás de mí.
  No me paro, sigo corriendo hasta clase y me meto en ella. Coral llega a mi lado. No la veo porque tengo la cabeza entre mis brazos, pero puedo escuchar su respiración agitada de la carrera. Me duelen los pies, no tanto como mi corazón agarrado por una mano invisible que me impide pronunciar palabra. Ya no sé cómo se respira durante unos instantes.
  -¿Estás bien? -me pregunta acariciándome el pelo suavemente.
  -No.
  -Ya sé cómo te sientes. Que nos hayamos enterado así de tu relación con Moos...
  -¿Qué? -le grito en la cara. -No estamos saliendo. Se lo ha inventado.
  -Vaya, pues ese beso parecía muy real.
  -Es un idiota.
  -Es tu mejor amigo.
  -He dicho que un idiota.
  No puedo intentar imaginar por qué lo ha hecho. Es que..., yo quería ser feliz con él. Una pareja bonita y feliz. Pero no, Moos sabía que no había besado a un chico en la vida y quería que fuera especial, de película.
  -¿Quieres que nos venguemos?
  La cara de Coral es todo un poema. Me mira como si hubiera tenido una iluminación.
  -No puedo creer que eso haya salido de tu boca. ¡Estoy tan orgullosa! ¡Por supuesto, soy la mejor en las venganzas!
Me da un fuerte abrazo, para después salir por la puerta dando saltitos ridículos. Sino fuera mi amiga, diría que viene del Capitolio. A veces puede resultar demasiado alegre, creerse superior a los demás o sacarme de mis casillas, pero es una buena amiga, de las pocas que tengo debido a mi timidez, y no la cambiaría por nada.
  Salgo de la clase y voy directa al baño, para secarme las lágrimas. En cuanto termine el recreo, me iré a mi casa con mis dos mejores amigas y analizaremos el problema de los charlajos. Sin chicos. Bueno, sí, mis hermanos, pero ellos no cuentan. Cojo una cantidad enorme de papel y me limpio la cara. Vuelvo a pensar en que esto está mal, que la guerra no sirve para nada. El papel viene del Distrito 7. Si seguimos así no tendremos nada. El pescado del 4, los tejidos del 8, los cereales del 11. Nada. Termino de secarme bien y tiro el papel a la basura. Salgo al pasillo y veo que ya todos entran en sus clases. Enddria se acerca a mí y me coge de un brazo.
  -Coral me lo ha contado. Se va a cagar.
  Me doy cuenta de que se refiere a la venganza. Ya... tengo algo planeado. Entro en mi clase agarrada del brazo de Enddria y voy a mi mesa. Moos está sentado en mi silla, ordenándome los libros.
  -¿Se puede saber que haces? -le escupo en la cara.
  -Te ayudo a ordenar. -dice sin ni siquiera mirarme.
  -Vete de aquí ahora mismo.
  -¿Y si no quiero?
  -Pues te echo a patadas. Déjame en paz, eres un idiota, eras mi mejor amigo, ¿por qué me has hecho esto? -digo, suplicándole.
  -Oye, yo solo quiero lo mejor para tí.
  -Pues no quiero. Vete.
  -Está bien. Te diré la verdad.
  -No quiero que me hables. Lárgate.
  -Sólo escúchame, por favor.
  -¡He dicho que te vayas! -grito. Nos hemos quedado solos.
Moos se levanta, me mira y sale de clase. Recuerdo como respirar porque estos últimos minutos no me han dado tiempo para pensar cómo se hacía. Cojo la mochila ordenada por Moos y salgo yo también. ¿La he fastidiado? ¿Tendría que avergonzarme de mí misma? Ha sido todo su culpa, pero a lo mejor me he pasado. Es mi decisión no volver a hablarle. Si me pidiera perdón, a lo mejor me lo pensaría. Una buena venganza es lo que necesita.
  Recojo a mi hermano Cumma del parvulario y nos vamos a casa.
  -¡Will, espera! -grita la voz de Evinniss.
 Cuando llega a mi lado le pellizco en el moflete.
  -¡Ay!
  -Te he dicho mil veces que no me llames Will en el instituto, suena a William.
  -¿No quieres que tus amiguitos sepan que no eres guay?
  -Cállate.
  -Pobre Will...
  -Cállate.
-¿Qué haría ella sin sus amigos?
  -Cállate, ¿no lo entiendes?
  -Claro que lo entiendo. ¿Entiendes que te seguiré llamando Will?
  -Sube, Cumma -le digo al pequeño aupándomelo en la espalda. -Vamos a casa antes de que nos contagien la fiebre de la inmadurez.
  -¿Qué es eso? -pregunta.
  -Lo que tiene Evinniss.
  -Ah. ¡No quiero que me lo pegue, corre! -dice, alterado.
  Las carcajadas salen de mi boca y cuando paran agarro bien fuerte a Cumma y salgo corriendo. La adrenalina me corre por las venas. Teniendo en cuenta que estoy llevando a un niño pequeño en brazos, no sé muy bien lo que significa la adrenalina sino un sentimiento de libertad, como lo que nos cuenta a veces el padre de Coral sobre la guerra. Es militar y la última vez que bombardearon el Capitolio se cargaron tres edificios con personas. Estaban los militares del 5 y del 9. Murieron bastantes de los nuestros, pero dice que en esos momentos en los que están a un suspiro de la propia muerte, aprecias la vida y entiendes que esto está mal. Lo que nos hace el Capitolio está mal. No debería pasar en ningún país, en ningún lugar de la Tierra, pero el problema es que ocurre y no lo pueden remediar. Entonces él piensa todo eso, la rabia le entra y la adrenalina le sube. Increíble.
  -Eres idiota, ¿lo sabes? -grita Evinniss.
  -Claro, yo también te quiero.
Los tres nos recorremos toda la calle. Hemos perdido el autobús, aunque la casa no está lejos. Corremos hasta que no puedo soportar el peso de Cumma. Me lo bajo de la espalda y le cojo la mano. Evinniss le coge la otra y lo balanceamos hasta llegar a la puerta de la casa. Me encargo de que merienden y que hagan sus tareas. Después, me dirijo a mi habitación a escribir. Es mi pasión, después de nadar.
  Escribo largos párrafos de poemas sacados de mi mente. Escribo sobre como me siento con la guerra, mis padres que casi no existen para mí, mis hermanos, mis amigos. Así es como me desahogo. Mis amigas estarán al llegar y no quiero que me vean el papel. Lo escondo entre los libros de mi mochila y justo golpean la puerta enérgicamente. Voy a la entrada principal y abro a una sonriente Coral y a un unicornio Enddria.
  -Qué pasa -dice la segunda arrastrando la ese.
  -¿Por qué llevas un cucurucho de papel en la cabeza? -le pregunto.
  -Me gustan los unicornios.
  -Ah, claro. -respondo como si fuera normal. -¿Vamos al salón?
  Nos sentamos en el sofá y Coral empieza a hablar.
  -A ver, primero debemos plantear el problema. Los charlajos desaparecieron todos juntos hoy por la mañana, sin dejar el menor rastro. ¿Qué os dice esto?
  -Nada. Yo creo que se han muerto todos por una epidemia que no percibían los humanos. Y algún animal se los comió. -responde Enddria.
  -Hay que ver lo sanguinaria que eres. -la reprocha Coral. -¿Tú que crees, Willow?
  -Ni idea. Pero no estoy de acuerdo con Enddria. Por aquí no hay muchos animales, y ninguno se habría comido un pájaro muerto.
  Seguimos discutiendo el tema durante una hora entera llena de teorías estúpidas. Yo no opino mucho, solo cuando me preguntan. El resto del tiempo lo dedico a pensar mis propias fantasías. Una bombilla metida en el último cajón de mi cerebro se ilumina. ¡Ya lo tengo!
  -¡Chicas! ¿No os habéis parado a pensar una cosa muy sencilla? ¿Quién nos lo ha dado?
  -¿El qué? -pregunta Enddria.
  -Los pájaros. Nos los han dado el Capitolio.
  El ángel de la lógica les golpea en la cabeza con un martillo bien grande. Genial, angelito. Los ojos y la boca se les abren mucho y consiguen articular palabra. Seguro que se sienten un poco tontas por haberles dicho algo tan simple como eso.
  -Es cierto, ha sido el Capitolio. Siempre ha sido él. -susurra Coral.
  -Oye, yo tengo que irme ya -dice la unicornio. -¿Te vienes Coral?
  -Sí, claro.
Me dan las dos un beso en la mejilla y salen por la puerta.
  -¡Pensaré en algo y te lo diré mañana! -me dice desde lejos la morena.
Espero que se le ocurra algo bueno, pero lo que está claro es que todo ha sido por el Capitolio. Maldita presidenta Paminosa...
Seguro que han sido sus científicos los que los han creado. Me imagino a varias personas con batas y máscaras blancas cogiendo un pobre pajarito negro atado a una cama enorme y blanca también. Le meten jeringuillas con una aguda punta, cortándole en la fina piel para hacer lo que quieren con él. Charlajos. Ahora esos seres me repugnan. ¿Cómo pueden una personas hacerle eso a un animal indefenso? Son crueles, despiadados. Aunque no creo que utilicen pájaros, porque no lo son. Son unos mutantes, mutos para abreviar. No comían, ni bebían. No piaban, apenas se movían. Eso no son pájaros normales.
  Dejo mis pensamientos para luego y decido salir fuera. Primero vigilo lo que están haciendo mis hermanos. No mucho, Cumma se entretiene con sus escasos juguetes y Evinniss lee un libro. Espera. ¿Evinniss? ¿Leyendo un libro?
  -¿Qué haces? -le pregunto acercándome. Seguiré sin creérmelo hasta que no me lo diga él.
  -Leer.
  -¿Estás enfermo?
  -No. Está interesante.
  -Ya, claro. Espero que no ocultes nada malo.
  Decido irme y olvidarme del tema. Solo quiero estar tranquila lo que me queda de tarde. En mi habitación abro el armario y saco de una caja vieja marrón descolorido un bañador azul marino de cuerpo entero. Me lo pongo rápidamente y lo oculto con unos pantalones largos negros y una chaqueta que me queda un poco grande. Vacío la mochila, pero dejo dentro el papel con el que he escrito hoy, junto a un lápiz. Me la cuelgo a la espalda y me dirijo a la puerta. Salgo y corro hacia la playa. La pequeña porción del Distrito 4. Nuestra playa es de piedra, y prefiero esta que la de arena del 4. Con arena es mucho más incómodo, se mete en todos lados, pero aún así me encanta ese distrito. Ojalá viviera ahí, todo el día pescando, nadando y comiendo marisco. Nunca lo he comido, pero hasta el nombre me sabe a mar. Las piedra a veces son demasiado duras para sentarse, pero cuando me acostumbré, no era tan horrible.
  Llego al límite de la larga hilera de casas descolocadas y me paro en la alta valla, con bucles de alambre de espino en la parte superior. Respiro el aroma a sal, y hago un esfuerzo para convencerme que esto no está mal, sólo soy una adolescente queriendo disfrutar de esta vida en los distritos. No quiero morir sin hacer algo contra el Gobierno. No quiero ser la niña buena. Willow, la chica empollona, amable e ingenua. Porque eso es lo que opina la gente de mí. No soy ingenua. Me meto entre la maleza y descubro el hueco que hice hace un par de semanas.
  Meto la mochila primero, y luego voy yo. El espacio es pequeño, pero teniendo en cuenta que soy delgada, entro sin dificultad. La playa está prohibida por el Capitolio y ahora nadie se atreve a entrar desde hace un par de años. Para mí es el único lugar en el que me siento en casa. Ni una sola persona ha aparecido por aquí en este tiempo. Termino de salir hacia las rocas. Me sacudo la arena de los pantalones y me encamino a la orilla por la pasarela de madera. Está bastante desgastada, y eso que solo la he utilizado yo. Sigo andando con el rechinante sonido en los oídos, que da paso al rugido de las olas. La marea se eleva en las rocas de mi izquierda, mojando todo lo posible. Si me llegara a poner ahí, acabaría muerta en segundos. La pasarela se acaba justo donde acaba la arena; el resto son piedras. Me quito las deportivas y las cojo en la mano. Empiezo a correr hasta llegar a la orilla, meto un pie en el agua y el frío me recorre el cuerpo. Me encanta esta sensación. Dejo la mochila y las zapatillas en el suelo, junto a la ropa que me he quitado. Meto un pie, el otro. Luego las rodillas, la tripa, y la parte más difícil: los hombros. Echo la cabeza hacia atrás y la meto unos centímetros. Abro los ojos y todo mi mundo se llena de luz. Aquí abajo del agua, está mi vida. Quién soy. Los rayos del atardecer perfilan el agua y todo se difumina en uno. Es hermoso. Si pudiera viviría aqui, pero los pulmones empiezan a apretarme en el pecho. Saco la cabeza y doy una bocanada de aire cargado de sal. Meto el cuerpo entero, y nado hasta la arena del fondo. Me doy la vuelta para ver la luz, mientras que mi cuerpo flota hacia la superficie. Repito el proceso varias veces, y cada vez me gusta más. Después floto como un muerto entre las olas que me mecen suavemente, como si de un trozo de madera fuera. Apoyo los pies en el suelo y dirijo mi mirada a mi mochila. Un chico, más o menos de mi edad me observa. ¿Cuánto tiempo lleva ahí? Esto es peligroso, se lo dirá a sus padres, que se lo dirán al alcalde de nuestro distrito. O peor, al Capitolio. No me puede estar pasando esto, debo actuar rápido. Decido usar una táctica que no he probado en la vida, pero que podría funcionar. Seducirle. El mero hecho de hacer eso me repugna; no tengo otra opción. Empiezo saludándole con una de mis mejores sonrisas. Él me responde sacudiendo la suya. También sonríe, voy por buen camino. Salgo del agua y me siento a su lado.
  -Hola.
  -Hola.
  -¿Qué haces aquí? -pregunto. Creo que ha pillado la indirecta de que se largue.
  -No sé. Me he encontrado un hueco en la valla y he entrado. Luego te he visto nadar. Eres muy guapa.
  Su cumplido me halaga, pero no puedo dejar que me seduzca él a mí. Ese es mi trabajo.
  -Gracias. Tú también eres guapo.
  Acerco mi mano a su mejilla y le acaricio. Él no la aparta, pone su mano encima de la mía.
  Mi plan va por buen camino. Sigo acariciando mientras me veo cogerle su mano, darle la vuelta y ponérsela en la espalda, inmóvil. Vuelvo a mentalizarlo y lo pongo en práctica. En cuanto lo tengo en una posición bastante incómoda para él, me grita.
  -¿Qué se supone que haces, loca?
  -No vas a venir aquí para quedarte mi territorio. Esto es mío y punto, ¿vale? Y no pienso volverte a ver en la vida, así que cuando te suelte vas a irte y no le contarás a nadie nada, ¿entendido?
  Él vacila un poco antes de contestarme.
  -Está bien.
  -Bien. -respondo.
  Aflojo un poco su brazo y dejo que se siente.
  -Ya puedes irte.
  -Solo dime tu nombre.
  -No. Te vas a ir porque si sabes mi nombre, se lo dirás al alcalde.
  -Te juro que no le diré a nadie nada.
  Ahora soy yo la que dudo. Si se lo digo podría delatarme; si no se lo digo también me delataría. Las dos opciones son pésimas, pero no tengo nada que perder.
  -Willow.
  -Willow... -dice, pensando. -Un nombre precioso.
  -¿Y tú? -digo olvidando que es mi prisionero.
  -Keloo.

5 comentarios:

  1. Me ha encantado tu capitulo dreamer, esta muy bien, espero que pronto avance la historia y estalle la guerra, le estoy pillando muchas ganas. ¡quiero saber que paso! bueno mucho besos:)

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  2. Muchas gracias, Gin!!! Espero que te gusten los siguientes capítulos, gracias por seguir mi historia.
    Muchos besos

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  3. Hoola paula! La historia está muuy bieen, me gusta mucho(: podrías pasarte por mi blog y leer mi fic? micuartovasallajedelos25.blogspot.com
    Graciiiaaasss!!

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  4. Hola Ignacio!! Me alegra mucho que leas mi historia. Me pasaré por tu blog en cuanto pueda porque estoy un poco liada, pero te aseguro que me lo voy a leer entero.
    Muchos besos!

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  5. Oh, muy lindo, espero que ese chico no la traicione. Definitivamente los pájaros los ha llevado el Capitolio, creo que ya comienzo a entender de que va eso, ¿ahora qué pasará?

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